Resulta difícil sacar adelante lo público en la tierra de los faraones, o sea, el País Valencià. Hace unas semanas, eran las universidades las que daban la alarma: a puntito de la suspensión de pagos. Y ahora, las federaciones deportivas. Algo normal, porque la vaca da la leche justa. Y si en vez de usarla para alimentar a la población la usamos como prebenda a magnates varios (dícese Ecclestone-Fórmula 1-, Michel Bonnefous-Copa del América, el Vaticano, entre otros), pues es lo que pasa.
La política de los llamados “grandes eventos” me parece un “gran error”. Sobre todo porque no hay equilibrio y por cómo está concebida. ¿Cuántos grandes eventos celebran al año ciudades como Madrid o Barcelona? ¿Cuántos parques temáticos con fondos públicos abren? ¿Cuántos eventísimos- a lo Sara Montiel- hemos tenido que sufragar los valencianos/as (yo ya soy medio valenciana)? ¿Qué precio hemos tenido que pagar para que determinados empresarios hagan cuajada con nuestra leche?
Yo soy de letras puras y no pretendo dar lecciones a nadie. Pero como ciudadana me planteo que otro modelo de inversión pública es posible. Porque están jugando con nuestro dinero. Y lo sensato es hacerlo como en casa, sabiendo qué dinero seguro te entra al mes (o al año). Primero, se pagan los gastos fijos. Se intenta que esos gastos fijos sean lo más justos posibles- así que tanta fundación sospechosa de amiguismo, tanto viaje absurdo, tantos becarios pijos del IVEX, tanto derroche- fuera. Se estudia qué gastos extra hay que ir pagando, mirando además hacia adelante, para que luego no nos pille el toro. Y ya luego, con lo que sobra, inviertes. Claro que hay que invertir, pero como dice sabiamente mi madre, “en la boca hay que echarse sólo lo que una puede revolver”. Si no, te ahogas. Pero aquí, en la tierra de los faraones, se hace al revés.
Primero se invierte. Cuanto más grandioso y costoso, mejor. A lo cristiano viejo. Apariencia, apariencia. Luego se sigue gastando. Un viaje aquí, un hazte una cafetería para los diputados de lujo. Esas cosillas. Y entonces, ya miramos los gastos fijos. Como es normal en esta vida, la vaca tiene la leche justa, y en este punto ya no queda para todo, así que cuando la gente empieza a tirarse de los pelos porque el dinero público que les corresponde no llega a tiempo (directores de instituto que pagan la luz del centro para evitar que la corten, pisos tutelados de personas que viven con VIH que piensan ya en cerrar, rectores a punto de suspensión de pagos, deporte base que no tiene con qué pagar un gasto más, beneficiarios de la ley de autonomía personal que no ven un duro, etc. etc. etc. etc. etc. etc. etc.), llega la denuncia mediática y ¿solución? Pedirle leche al usurero. Total, como las comisiones las pagamos nosotros, ¿qué más da? La gente les vota igual. Y ni hablamos de quienes directamente se quedan fuera del sistema.
Aunque nada dura eternamente. Hoy leo con satisfacción que 300 personas han sido detenidas en EE.UU. por haber jugado con el sistema y montar todo el tinglado de las hipotecas basura. Algún día, cuando haya una alternativa sólida (y en eso miro con dureza a la izquierda valenciana), quién sabe, igual mandamos a los faraones al desierto. Pero no se preocupen, que no nos olvidaremos de ellos. La deuda gigantesca que nos dejan por herencia será todo un recuerdo.
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