Haría falta cuatro blogs para explicar las causas de la histórica obsesión del patriarcado por controlar, dominar y excluir a las mujeres de los espacios públicos. Hoy, los mayores herederos de semejante causa son los sacerdotes de la mayoría de las religiones más poderosas. Deben estar con un sin vivir impresionante. Ya vimos el otro día en Madrid cuál era su concepto de paridad. Creo que si algo une a los líderes de dichas religiones es precisamente el rechazo a la igualdad real de las mujeres y de las minorías sexuales. Qué ilusión, gracias a mi ser bollera y mujer contribuyo doblemente a la hermandad institucional religiosa planetaria.
Hoy nos desayunamos con que los señores clérigos de Yemen vetan que las mujeres puedan ser diputadas en su país. Recomiendo el artículo de El País, porque pone los pelos como escarpias. Es como entrar en Parque Jurásico y ver cómo piensan los dinosaurios. Y al igual que en la interminable saga, estos dinosaurios están fuera de control y hacen daño, mucho daño.
“Advertimos de que abrir la puerta a las mujeres significa que saldrán de sus casas y se mezclaran con hombres”, reza un opúsculo distribuido durante la conferencia. “Si salen de sus hogares y coinciden con hombres en los lugares de trabajo, surgirán relaciones al margen del matrimonio, situaciones indecentes, adulterio e hijos ilegales”.
Quieren que las mujeres no puedan tomar taxis solas, que hombres y mujeres puedan ir a la cárcel por estar a solas si no son familia… Lo siento, esto no es diversidad cultural. Entiendo que los europeos no podemos ir imponiendo al mundo nuestros criterios de justicia e igualdad, pero no puedo respetar estos criterios. Está claro que quienes deben liderar su libertad son las mujeres yemeníes y lo están haciendo. Más peliagudo me resulta abordar este tema dentro del país en el que vivo. Porque también asumo que son las mujeres musulmanas quienes tienen que tomar las riendas de su empoderamiento. Pero preocupa leer que en Valencia los dirigentes de una comunidad islámica han decidido que sólo los hombres pueden ir a rezar a una mezquita del barrio de Rusafa. Aunque lo más surreal es la justificación: “son ellas las que deciden no acudir”. Eso sí, que no hablen mucho en la COPE del tema, que bastante machismo toca barrer en los templos católicos. Que no vengan a escandalizarse en otros de lo que ellos toleran y promueven a diario.
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