Me encanta la gente luchadora, la gente que pelea y pela por seguir adelante. Este mundo no es muy justo y no suele recompensar el esfuerzo con criterios equitativos. Para nada.
Ni siquiera es capaz de hacerlo en aquellos casos donde la vida de una persona está en juego. Su dignidad, su derecho a existir.
Ayer vimos una muestra más del absurdo existencial del personal, de la ignorancia lesbofóbica que tanto daño nos hace. Y encima, teniendo como protagonista a una mujer que ha tenido que vivir tanto dolor para seguir adelante.
Imagino que habrán visto el caso de una lesbiana camerunesa a quien le han denegado el permiso de asilo en España, ojo, porque tiene una hija y ha ejercido la prostitución, y eso es una prueba irrefutable de que no es lesbiana. Hay dos cosas tremendamente graves en la actitud de la funcionaria que le ha degenado el permiso.
1. Ignorar que en Camerún la homosexualidad es un delito y que esta mujer ha tenido que huir de su país porque fueron a por ella y su pareja, que encima falleció tratando de encontrar un lugar con menos odio donde vivir.
2. Tener una lesbofobia tan profunda que le impide entender que el cuerpo de las lesbianas no es de otro planeta, que entre mi hermana-hetero- y yo no hay ninguna diferencia corporal (bueno, ella es más delgada, pero es porque heredó los genes maternos, la orientación sexual no tiene la culpa).
Señora funcionaria, puedo tener hijos, puedo dedicarme a la prostitución y seguiría siendo la misma bollera que he sido siempre. ¿En qué idioma se lo tenemos que decir?
Espero que el gobierno reaccione y rectifique, porque esta barbaridad, sencillamente, no tiene nombre. Vamos a estar pendientes para recordárselo e insistir.
[…] Carmen G. Hernández Dos […]